lunes, 7 de mayo de 2012

The Artist


Director: Michel Hazanavicius
Intérpretes:  Jean Dujardin, Bénerice Bejo, James Cromwell, John Goodman, Penelope Ann Miller, Missi Pyle, Malcolm McDowell, Joel Murray.
Productor: Wildbunch, La Petite Reine, Studio 37, La Classe Americaine, JD Prod, France 3 Cinema, Jouror Production y uFilms.
Música:  Ludovic Bource
Guión:  Michel Hazanavicius
Fotografía: Guillaume Schiffman
Año de producción: 2011



Justo en el puro éxtasis del cine digital y 3D, sorprende gratamente encontrarnos ante una película muda y con ausencia de color. No hace tanto tiempo que el cine no necesitaba de más herramientas para trasmitir una historia. Pero la velocidad de los avances tecnológicos ha provocado que olvidemos el noble arte de mirar que ha sido sustituido por un intento de sobrecarga en nuestros sentidos. Puede que esta apremiante curiosidad ante lo atípico a nuestro día a día, sea la variable por la cual nos hayamos decidido a ir en masa al cine a visionar The Artist de Michel Hazanavicius.




The Artist comienza presentándonos el álgido momento en la carrera profesional de su personaje principal, George Valentin. Tanto los productores como las masas adoran al actor y éste vemos como disfruta plenamente de su estrellato. En paralelo, vemos ascender al personaje femenino, Peppy Miller. Tocada por la suerte del destino, Peppy aparece en portada de un periódico con el aclamado actor. Una serie de acontecimientos encadenados conseguirán que ambos vuelvan a coincidir en el rodaje de un film. Pero todo no podía salir de manera tan afortunada y de un año a otra la realidad cinematográfica cambia con la aparición del cine sonoro. Esta innovación creará una brecha en la carrera de ambos, para Peppy de manera positiva y para George derivándola a un absoluto fracaso. La adaptación a los nuevos tiempos no la llevarán de manera semejante y esto supondrá una separación de sus caminos profesionales. George se encerrará en la utópica idea de que la muerte del cine mudo no puede ocurrir. Encerrado en este pensamiento irá perdiendo todo lo que había construido y afianzado durante su carrera. Nuestro personaje principal decide no subirse al carro de la teoría darwiniana de la adaptación y al igual que como ocurría en esta, los que se adaptan al cambio lo pisarán. Será el caso de Peppy que se embarcará en esta nueva etapa fílmica que le servirá de catapulta hacia el reconocimiento profesional. A pesar de todos estos acontecimientos, Peppy sigue enamorada de George y cree en su potencial, por ello sigue de cerca todos sus pasos. El incendio de la casa de George provocará que Peppy se involucre completamente en la vida de George, quien al principio se verá agradecido, pero que luego cambiará de opinión al descubrir que todos sus pertenencias están bajo la posesión de su generosa benefactora. Al final, la desesperación total de George le llevará a pensar en el suicidio. Peppy conseguirá no solo que este trágico final no se desarrolle, sino que la carrera frustrada de George desemboque en una adaptación a las nuevas tecnologías sin perder su esencia muda.

Michel Hazanavicius es un director francés de orígenes judíos. Es sorprendente como representa un artista francés la realidad de los años 20 en cualquier major norteamericana. Aún así, en la gala de los Óscar ya hablo de la visión diferente que tiene debido a ser un judío afincado en París. Sin duda nos sorprende descubrir la nacionalidad del film porque el cine francés siempre ha considerado al norteamericano como enemigo y lo ha despreciado pareciéndose lo menos posible a él. Este es el motivo por el que nos cueste reconocer The Artist como una película francesa. Para comprobarlo, al compararla con otras obras no podríamos recurrir a ejemplos franceses sino a Norteamericanos. Al ver sus imágenes no podemos sino sentir añoranza por obras como Cantando bajo la lluvia o el Crepúsculo de los dioses.



Uno de los pilares en los que se sostiene The Artist son sus actores. Jean Durjain (George Valentin) es un versión extremadamente sonriente y payasa de Douglas Fairbanks. No podemos verlo como un personaje del cine sonoro porque toda su gestualidad viene y desemboca en el cine mudo. A su reluciente interpretación se le añade la simpatía simple que genera su perro, como si de Tintín y Milú se tratara. Pero esto no es capaz de eclipsar la sonrisa y el carácter que emana del personaje femenino desarrollado por Bénérice Bejo. No puede atribuirse que Bénerice este en ese papel sólo por ser la mujer de Michel Hazanavicius, sino que durante la hora y media defiende a la perfección porqué se merece ese puesto. Sin duda, la expresividad facial de ambos hace que recordemos porque el cine mudo lo decía todo sin enunciar nada. Los personajes secundarios como John Goodman (Al Zimmer) y James Cromwell (Clifton), tampoco nos dejan indiferente y saben con creces ponerse al nivel de los personajes principales.

Otro de los puntos a favor con los que cuenta The Artist es una cuidada y en ocasiones, artificial, estética. Los planos están cuidados y estudiados al detalle. El blanco y negro es limpio, proveniente de un iluminación impecable. Al sostener la mayoría del peso en la imagen, no descuidan ni un ápice la misma. Hay, sin duda, una utilización ejemplar de la mirada. Hay planos realmente sorprendentes que nos hacen recordar que es una película rodada en 2010 con un equipo propio de nuestros días, como es el caso en la escena en la que George derrama el vaso en la mesa de cristal y la cámara gira de tal manera que nos hace dudar entre el propio George y su reflejo. Por otra parte, un elemento muy recurrente el uso del reflejo del personaje en el espejo cuando no sabe realmente como llevar los cambios y plantearse su vida de una forma diferente.

Aunque la película sea muda hay una extensa banda sonora que suele rellenar sus silencios el 90% de su totalidad. Michel sigue jugando con el espectador, ya lo hace en la parte visual consiguiendo que haya escenas que nos hagan pensar en el “se parece a..”, pero lo sigue haciendo en el aspecto sonoro. De esta manera incluye en la banda sonora un tema de Vértigo de Hitchcock. El juego de metacine que recurre a más cine. La banda sonora está bien escogida y hay un gran acierto en la supresión de la misma en la parte final de la obra, dejando la imagen pura como enunciadora de ese todo.

La trama es sencilla, en ocasiones simplona, aludiendo al montaje en paralelo de las historias de George y Peppy como máxima complicación de la misma, pero siempre recurriendo a unos acertados barridos que nos hacen recordar (como todo lo demás) esta maravillosa etapa del cine. Aunque hay que considerar que el mayor éxito en recreación puede apoyarse en los decorados y en el vestuario de la película, que ha sido premiada en los Óscars. Para acabar el análisis técnico, podemos apreciar una temporalidad estrictamente marcada por los años que aparecen enunciando cada etapa.


Me parece una correcta representación de esta época. La imagen y las interpretaciones consiguen crear un estado dejavú al cual los cinéfilos se aferrarán tras el visionado de la película. En ocasiones, sientes que la orquesta está ahí mismo y que realmente hemos vuelto al cine mudo. La pesadilla de George es compartida por el espectador que se siente invadido por los sonidos al conseguir adaptarse a la falta de los mismos. Sigo halagando a esta obra aludiendo a sus cifras de recaudación en taquilla. Creo que es un plan realmente estudiado que funciona. Consigue llegar no sólo al cinéfilo empedernido con el que hay un juego directo de guiños, sino que llega al espectador de a pie que se siente complacido por una historia sencilla que se le presenta de una forma original. Puede que el aspecto negativo que pueda achacarse a esta obra sea la simplicidad de su historia y el carácter plano de sus personajes, al fin y al cabo es una historia de amor que nada más empezar ya sabemos como acaba. Sabemos que todo va a salir bien, que el espectador no se quedará con un mal sabor de boca. Pero si leemos entre líneas podemos ver más que un simple romance. George es la representación de nuestro añorado cine mudo y Peppy pisa con la fuerza de unos pasos sonorizados. La unión de ambos, no es solo el triunfo del amor sino la unión de dos etapas para crear algo que solo podría realizarse con distancia de lo mudo en la implosión de un cine que pretende conquistar territorios ya alejados de la simplicidad de la conjunción de la imagen y el sonido, algo nuevo, algo diferente... algo como The Artist.