Director: Michael
Haneke
Intérpretes: Daniel
Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Bénichou, Annie Girardot, Lester
Makedonsky, Benard Le Coq, Walid Afkir, Daniel Duval
Productor:
Coproducción: Les Films du Losange (Francia), Wega Films (Austria),
Bavaria Film (Alemania) y BIM Distribuzione (Italia)
Guión:
Michael Haneke
Fotografía:
Christian Berger
Año
de producción: 2005
En
los años que corren, saturados de noticias ávidas de sangre e
injusticias a las que nos enfrentamos con indiferencia y monotonía
mientras comemos frente al televisor cada mediodía, nos sorprende
que un plano fijo de una calle en la que aparentemente no ocurre
nada, nos provoque, al menos, que nos revolvamos en el asiento y nos
preguntemos preocupados porque no pasa nada. Esa es la primera
sensación que tienes al comenzar Caché de Haneke.
Nos
encontramos en una Francia actual, en la cual el multiculturalismo es
lo más habitual. Al principio no quieres errar en una
malinterpretación desconsiderada cuando Georges grita a voz en vivo a
un chico negro que se cruza en su camino a gran velocidad en su
bicicleta. Pero con el transcurso de los hechos, no nos quedará más
remedio que afrontar que ese multiculturalismo no es algo que haya
llevado bien desde sus orígenes nuestro personaje principal.
Georges
es un crítico literario con presencia en los medios de comunicación
que lleva como bien dice a su madre “una vida sin altibajos”,
hasta que un buen día recibe una cinta de vídeo en la cual aparece
su casa desde una calle frontal durante 2 horas. En la cinta podemos
ver el transcurrir de la mañana incluyendo las salidas y entradas de
los miembros de la familia del propio domicilio.
A
partir de este hecho, todo el entramado de Caché se irá
desmenuzando frente a nosotros. Encontramos unas habitaciones
repletas de libros, libros que tocan el techo, libros que comenta y
enuncia cada día Georges en su programa televisivo sobre literatura,
comunicación por todos lados, excepto entre él y su esposa Anne.
Nos enfrentamos ante una pareja que ha sabido convivir, pero que se
achacan una desconfianza mutua, él no le cuenta quien cree que puede
ser el acosador de las cintas de video, ella no responde a sus
llamadas al móvil. La consecuencia de esta tensa situación será la
desaparición repentina de su hijo Pierre justo en el culmen de todos
estos extraños acontecimientos. Todos ellos, apuntan a un hombre
argelino cuya familia sirvió en la casa familiar de Georges años
atrás y que tras una pelea de niños fue a parar a un orfanato,
creándole secuelas que lo llevarán a situarse en el punto de mira
de las sospechas de Georges.
Majid,
por su parte, no hace más que repetir hasta la saciedad que él no
es el culpable del acoso familiar. Aún así, vive en sus propias
frustraciones y decide dar punto y final a todo suicidándose ante
George. El hijo de Majid, quien también será involucrado en la
posible fugaz desaparición de Pierre, aparecerá también como un
personaje sospechoso y posiblemente involucrado en las inquietantes
grabaciones.
Conociendo
la duración de la película y viendo que está llega a su fin, el
retorcimiento en tu asiento llega a su punto culmen pensando
inocentemente que el culpable de todo este embrollo se nos presentará
de un momento a otro. Pero no es así, de repente aparece otro plano
fijo de la salida del colegio de Pierre donde vemos como habla con el
hijo de Majid y los créditos comienzan a deslizarse tan lentamente
como el ritmo de la propia película frente a unos espectadores
boquiabiertos que se siente confusos y a la vez perturbados por la
simple idea de que alguien los está grabando en ese preciso
instante.
Ya
en películas como El vídeo de Benny o Funny Games, Haneke se luce
en el noble arte se asustar sin mostrar. Es el rey creador del terror
impalpable. Todo es psicológico en Caché. Y todo se sostiene así
por actores como Juliette Binoche y Daniel Auteil que nos consiguen
hacer participes tanto de sus miedos como de sus culpas. También
recurriendo al juego de la realidad y la ficción nos incluye en las
propias pesadillas de Georges que nos dejan entrever, antes que a la
propia Anne, su historia con Mijad.
Observando
la técnica, podemos apreciar el uso de planos estáticos muy amplios
en los cuales la acción se nos presenta lejana y en ocasiones, casi
difícil de seguir. Sería el caso en el que la cámara esta robando
intimidad de la familia, pero también en escenas como la recogida de
Mijad en la casa de George cuando ambos eran unos niños. En muchas
ocasiones, sobre todo en las imágenes de las cintas de video, se
recurre al fuera de campo, es decir, sabemos que George está
aparcando pero no vemos el coche en plano, sino que lo escuchamos
maniobrar o cerrar las puertas del mismo, hecho que sin duda nos
incomoda porque nos sentimos fuera de la acción. Por lo tanto, es
inevitable que todo esto vaya unido a una mirada subjetiva que nos
hará sentir alivio al comprobar que se mueve, ya que si permanece
fija tendremos la absoluta convicción de que se trata de otra cinta
de video. En cuanto a los espacios podemos apreciar una abundancia de
exteriores en las cintas de videos, oponiéndose a los interiores
donde se suelen desarrollar los acontecimientos relacionados con la
familia. También se juega con el tiempo continuamente cuando los
personajes rebobinan las cintas de video desmenuzando y recreándose
en los hechos, herramienta que ya utilizaba Haneke en El video de
Benny. Hay que mencionar como dato indispensable un planteamiento de
los planos pulcros y una articulación de la narración sin una sola
nota creando un ambiente más frío y en ocasiones cercano a la
realidad. Sin duda, es apreciable un montaje en paralelo de las
pesadillas y recuerdos de George con Mijad y de la acción presente
hasta un punto de convergencia de la acción cuando los dos
personajes se reencuentran.
Es
difícil establecer de que trata Caché. Trata de la dificultad de
una convivencia entre diferentes culturas, el miedo a lo exterior,
como cuando George afirmaba que Mijad estaba enfermo y escupía
sangre por la boca. Nos habla también de aspecto de los medios de
comunicación, de la peligrosidad de un video, como puede influir en
la vida de alguien, como puede llegar casi a destrozarla como cuando
Anne descubre que sí ha acudido a su encuentro con Mijad o su jefe
se hace participe de todo este embrollo. Pero sin duda, la película
es un juego directo con el espectador. Hay que sentirse halagado al
ver esta obra, Haneke nos trata como un público inteligente capaz de
sacar sus propias conclusiones acerca del amenazante acosador. Lo que
nos hace caer en la cuenta de la identidad del mismo es un comentario
que realiza George al principio: “¿Cómo he podido pasar al lado de
él y no haberme dado cuenta?”. ¿Quién está detrás de todos esos
videos? ¿Realmente existe dentro de la película? Pero no es
descabellado pensar que el propio creador de los videos, el
observador indiscreto de cada detalle, el que ha creado la culpa
dentro de George sin un ápice de remordimientos, sin haberse movido
de su privilegiado puesto de ser omnipresente en dos horas seas tú.